martes, 9 de agosto de 2016

Una despedida a lo grande


 Las despedidas nunca fueron fáciles en nuestro tiempo, y decirle adiós a la que ha sido protectora de nuestro pueblo durante siglos sigue siendo igual de complicado. Nunca hubo un adiós tan grande para la Abuela, con todo un pueblo rendido a sus pies, y con unas calles que se esforzaban por retenerla unos minutos de más a cada paso de sus andas. 
 Salía a las 9 en punto, cuando la noche empezaba a abrazar el campanario y las nubes se disipaban ante el calor que agosto ofrecía. Santa Ana ponía el culmen de sus fiestas con el traslado de subida hasta su ermita, con una avenida repleta de gentes y momentos vividos que quedaran en la retina de cuantos participaron del cortejo. Cantes desde los balcones como el que ofrecieron un grupo de jóvenes de la localidad con un balcón engalanado para la ocasión y una letra que lloraba la despedida de quien siempre cuida de sus destinos. La Abuela y la Virgen Niña recibían plegarias de amor en forma de canción que crearon el momento único que durante tanto tiempo pedía la fe torrecampeña, en una amplia avenida donde llegaron a congregarse miles y miles de personas, quienes todas juntas se afanaban en cantar el himno de nuestra patrona en un momento místico para el recuerdo. Y de camino a la ermita, por el pedregoso camino de piedras que asciende por el Cerro subían los anderos con pesar y fuerza sin parada alguna, con las fuerzas que brinda Dios y el norte que brinda la Tierra. Estampas de inigualable belleza que el pueblo torrecampeño quiso no perderse con su llegada a la ermita, donde las pasiones volvieron a derramarse y los vivas repicaron con las campanas. Jamás hubo devoción tan grande entre los olivos centenarios. Una despedida que todos aplaudieron desde los palcos celestiales, ante el tesoro del olivar, a quienes muchos renombraron ante el pueblo como la Reina de Torredelcampo, a la que muchos sueñan con ver Coronada algún día...
















¡Viva Santa Ana! ¡Viva la Niña!

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