Todo quedó en la Soledad de la Madre, que ante la desesperación de ver a su hijo muerto, caía entre las cuentas de un rosario de marfil que encandilaba las miradas de una plaza que hervía de gentes. La pasión volvía a nuestro Torredelcampo penitente, aquel que despierta en primavera y se echa a la calle por cuantos quedaron atrás en el tiempo y por aquellos que han de venir. Un tiempo de promesas cumplidas y de sueños rotos, que unidos a las inclemencias de lluvia que afectaban a gran parte de nuestra provincia hacía aún mayor el hondo hueco que dejaba en nuestro corazón esta tan sentida y especial Semana Santa 2016, tan propia para el recuerdo de quienes perecieron en la pasada.
Sábado Santo
Más puntual que nunca con una plaza que sorprendía a todos los que observaban atentos desde los palcos de sus casas, los torrecampeños esperaron a la Virgen de los Dolores, emperatriz de nuestro pueblo que era un lindo clavel blanco en el dolor de la noche del Sábado Santo. Por primera vez con mujeres bajo sus andas derrochó solemnidad y silencio por el casco antiguo que acogía el palio lobulado de la Madre de Dios casi abrazándolo con la eterna luz de sus largas filas de velas destacando una vez más la Calle Asensio López, en la que el silencio y el duelo se adueñaban por completo de la misma.
Domingo de Resurrección
Y
por último, cuando todo desembocaba en el más bello final de cualquiera
de las historias de la eternidad, la leve lluvia de un Domingo de
Resurrección dio fruto a la dura suspensión de la salida a la
calle de Jesús Resucitado y María Santísima de la Paz, que con el nuevo
bordado de su regazo lucía cual luna que despierta en la mañana dejando un frío vacío en el Barrio San Juan,
en el que tanta alegría derraman sus campanillas. El Señor de la
Resurrección bendijo a los que quisieron recibirlo en la iglesia
parroquial por la mañana dando fin a una Semana Santa que no quiso
acabar como debiera pero que no quedó exenta de amor y victoria una vez
más.
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