Con la primera llegada del otoño, como cada año, el más antiguo y sinuoso de los barrios torrecampeños se viste de gala y de fiesta para conmemorar la festividad de su patrón y protector que da nombre a sus calles: San Miguel. Este año con una armonía más que proporcional a la alegria de sus vecinos el júbilo se hizo presente en todas y cada una de las calles del casco histórico a través de las banderas y los mantones que recibieron al Arcángel, el cual gracias a la acertada decisión de su Grupo Parroquial de procesionar a primera hora de la tarde gozó de un nutrido acompañamiento de fieles a pesar del retraso de la misma en su hora de salida. La escena más destacable fue la llegada a un pequeño altar de recibimiento donde los vecinos lanzaron una petalada a su patrón acompañada del fuerte crepitar de los fuegos artificiales como si del mismo cielo gritando se tratase.
Y San Miguel volvió a volar por segundo año consecutivo de regreso al templo en plena noche para celebrar su onomástica el próximo día 29, además de la misa que celebrará la Cofradía de Santa Ana este martes en la ermita.
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