Como ángeles de Caridad. Así quiso destacar el actual Hermano Mayor durante la celebración del triduo que celebrara la Pro-Hdad del Dulce Nombre a aquellos que dan de sus manos lo que no tienen bajo sus brazos, aquellos que prestan lo que pueden a los que no pueden prestar lo que ya no tienen. Ángeles de Caridad, que en las huestes celestiales de Nuestro Señor de la Caridad no habrán de sentirse solos, siquiera en la tribulación, tal y como dictaba el salmo durante la eucaristía.
La portentosa talla que realizara Fernando Aguado volvió a ser preludio de una serie de triduos cuaresmales que darán paso a la semana de las pasiones. Se presentaba con humilde atavío púrpura, del color de los Reyes, más con un cordón que lo prendía ante su mirada sobrecogedora. Incluso esta vez los claveles, oscuros de tanto dolor, lloraban sendos lagrimales, presentes también en las peticiones que surgían de cada mirada, de cada rezo y de cada beso. Y fueron muchos los que se preguntaban, otra vez, cuándo verían tal efigie procesionar por las calles de nuestro pueblo, pregunta aún sin respuesta que acabará por olvidarse en años venideros.
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