"Conviértete y cree en el evangelio"
Con un Miércoles de Ceniza que comenzaba en la lánguida lluvia que apagaba el calor de nuestras sierras, un año más nuestra parroquia se llenaba de fieles que marcados por la sentencia de cada Cuaresma dejaban reposar las cenizas sobre su testuz. La iglesia de San Bartolomé abría sus brazos de sendos muros de piedra cual cruz de pasión que aguardaba en el presbiterio a participar del Vía Crucis que tuviera lugar tras la celebración litúrgica. Pero la lluvia no quiso cesar y el Cristo de la Vera Cruz, sobre unas andas y más cerca que nunca de sus cofrades permaneció en el templo para hacer un recorrido por las catorce estaciones que marcarían su pasión y muerte. Esta vez los iris del más morado pasionario eran peana de fe a un Cristo que marcado por la visión de numerosos siglos a través de unos ojos que no terminan de cerrarse hacía relevancia a su majestuosa talla que por capricho divino se ha convertido en el Señor eterno de nuestro Torredelcampo a lo largo de los tiempos. Una única rosa a sus pies, cual primavera de color que pretende germinar en un valle mustio de pasión, crecía en sus espinos pretendiendo rozar el madero, de acuerdo con la parsimoniosa melodía que seguían los pies de los anderos frente al cuerpo divino de nuestro Salvador en el presbiterio de nuestra parroquia.
Polvo somos y en polvo nos convertiremos. Al igual que la lluvia. La impaciencia de vivir otra Cuaresma se volvía a palpitar en el color hebreo de nuestras dolorosas y con el amor expirando en el rostro de Dios, el Cristo de la Vera Cruz derramó la mayor de sus virtudes en nuestros corazones: la Misericordia.
*Fotografías de José Carlos Sánchez
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