La Paz, paloma de plumaje inmaculado cual brillo de azucenas con rama de olivo en pico, daba paso al pronto amanecer de un Torredelcampo que sumido en la conquista del sueño quiso dejar como tal el viaje de aquella ave de paso, esta vez, por el barrio cofradiero por excelencia: el de la Fuente Nueva.
La Virgen de la Paz salía al punto de las 7 de la mañana acompañada por sus fieles y un pequeño cortejo para alumbrar el camino a la Madre de Dios, que por vez primera se internaba en el casco antiguo de nuestro pueblo para bendecir las casas del arrabal alto. Como sol de tez clara y un arrebol en cada mejilla, la Reina de la Paz fue cruzando las estrechas calles hasta la calle Pozo, donde una lluvia de pétalos quiso alabar y realzar aún más su figura. Con esa sonrisa que caracterizaba a esta imagen eran algunos los vecinos que curiosos dejaban asomar sus miradas por unos ojos que presos del sueño vencían la devoción a esas horas de una madrugada que empezaba a dejarse ver.
Y eran las 8 y media de la mañana cuando la santísima Virgen regresaba al templo, dejando atrás esa visita en forma de rosario de un ave migratoria que quiso desplegar sus alas de Paz una fría mañana de enero. Y con este rosario por las calles torrecampeñas la hermandad concluía una intensa semana de cultos en honor a su titular.
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